EL TEGUMENTO EN HEXÁPODOS

El tegumento en los insectos es el intermediario entre el animal y su entorno. Está formado por una cubierta llamada cutícula, cuyo componente principal es la quitina, y una capa simple de células epidérmicas subyacentes que secretan los componentes de la cutícula.

Este tegumento podría compararse en cierta forma a una armadura, cuya función es la de proporcionar protección mecánica al cuerpo y a sus apéndices. Y no sólo es una simple barrera mecánica. Sirve también de protección contra el ataque de muchos virus, bacterias y hongos patógenos y, en muchos casos, es capaz de generar una respuesta inmune mediante la producción de proteínas antibacterianas. El tegumento puede definirse como la cutícula junto a la epidermis que la produce.

Sin embargo, y a diferencia de una armadura, el tegumento de los insectos es en gran medida capaz de autorrepararse. Si se produce un daño mecánico en la cutícula, ésta se sella rápidamente. Si se perfora, la membrana basal del tegumento se cierra y se producen nuevas células epidérmicas a los lados, siendo en la siguiente muda cuando tiene lugar la reparación completa gracias a la creación de una nueva cutícula.

La cutícula sirve además de exoesqueleto para el anclaje de los músculos, lo que permite el movimiento. Estos músculos, como se verá más adelante, se insertan en el interior del tegumento y en algunas zonas la cutícula se extiende formando apodemas. Estos apodemas no son más que regiones internas de la cutícula donde se produce la inserción muscular.

La cutícula contiene quimio y mecanoreceptores de todo tipo, así como receptores de carga y tensión en su estructura. Es por tanto responsable de la recepción sensorial.


La apariencia externa de los insectos admite mucha más variabilidad que su interior. La cutícula ha sufrido multitud de modificaciones a lo largo de la evolución. La aparición de este exoesqueleto de quitina permitió a los animales que lo poseía colonizar mayor número de nichos ecológicos, quedando sujetos a diferentes y nuevas presiones ambientales. Esto produjo un aumento de las posibilidades evolutivas, abriéndose nuevos caminos de complicación morfológica.


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